El impacto de nuestras acciones en el entorno urbano
Por Nico Antoniucci
¿Alguna vez has considerado cómo tus acciones influyen en el paisaje urbano? A través de estas líneas, exploraremos cómo nuestras acciones, ya sean pasivas o activas, contribuyen a mejorar o empeorar el ambiente que nos rodea. El paisaje no se limita a lo que vemos, sino que también se siente, se percibe, se huele y se respira. Cada decisión que tomamos impacta en nuestro entorno, ya sea visualmente, intelectualmente u orgánicamente. Dependiendo de la naturaleza y magnitud de nuestras acciones, podemos convertirnos en un grano de arena o en una montaña de influencia positiva o negativa. Esta evaluación está sujeta a reacciones que pueden ser cuantificadas a través de diversas disciplinas, teniendo en cuenta el contexto histórico y cultural, y reflejando así el nivel de habitabilidad y calidad de vida de una ciudad y sus habitantes.
En estas columnas nunca me canso de resaltar ejemplos de prácticas positivas, como el Plogging (actividad deportiva que combina ejercicio físico con la recolección de residuos en espacios abiertos), el uso de residuos de poda para crear compost orgánico o como biomasa para reemplazar fuentes de energía contaminantes por energías limpias. La separación de residuos, a pesar de las deficiencias en el servicio de recolección de la ciudad, la elección de vivir en lugares cuyo desarrollo prioriza la mitigación del impacto ecológico y la sostenibilidad de la construcción con una huella urbana y ecológica reducida, y la preferencia por medios de transporte que utilizan energías limpias, como vehículos híbridos o, incluso y mucho mejor, la bici. Estas acciones, tanto pequeñas como grandes, crean una tendencia que es naturalmente seguida tanto por el sector público (políticos) como por el privado (empresarios de bienes y servicios). Imagina que un político pierde su reelección debido a una mala gestión de los residuos domiciliarios. El siguiente candidato se cuidará de no cometer el mismo error si quiere ganar. Pero para eso, los ciudadanos debemos tomar un papel activo en el debate y dotarlo de forma y relevancia. Así, separar los residuos en origen se convierte en una acción pasiva, mientras que manifestarnos en contra de políticas ineficientes es una forma activa de actuar. Arrojar un papel al suelo es un grano de arena negativo, y no procesar adecuadamente los residuos propios y permitir que las actividades de la industria afecten el aire de toda la ciudad es una montaña negativa. En el caso del sector privado la tendencia de cierta afinidad del consumidor por bienes relacionados con el respeto a la vida, la naturaleza y el paisaje hará de la oferta un bien positivo para el entorno. Ya sea un edificio sustentable o un vehículo propulsado por energías limpias. También puede ser un restaurante u hotel con normas de procesos sustentables y respetuosos con el medio ambiente, por ejemplo. En esto la industria de la moda ha tomado nota eliminando de sus catálogos las pieles de animales salvajes y con eso la mitigación de la caza furtiva y la recuperación de poblaciones salvajes en estado de extinción.
Lo importante es no rendirse nunca, incluso si nuestras buenas acciones parecen invisibles. Incluso cuando las malas acciones parecen dominar, debemos seguir adelante y no perder la motivación. No debemos creer que nuestras prácticas positivas nos hacen mejores personas, sino que nos convierten en individuos educados y con una actitud positiva. Eso es suficiente: no ser parte del problema y estar del lado de la solución.
Es necesario tomar conciencia de que cada uno de nosotros contribuye al paisajismo, porque cada uno de nosotros contribuye al paisaje del otro. Nuestras acciones pueden ser disfrutadas o padecidas por los demás